Alejandra Costamagna: Un día en la vida

Lo que queda del día
Alejandra Costamagna

Fotos de la autora

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00:01 Tengo que escribir sobre hoy, 31 de diciembre de 2012. Un día bisagra, como todos los 31 de diciembre, hecho para las 23:59 y su despliegue de abrazos. ¿Qué puede haber de extraordinario en un día de cuenta regresiva? Por la ventana de mi departamento se filtra el sonido de los fuegos artificiales. Supongo que será el ensayo para la noche. Gato, estresado, se refugia bajo la cama.

03:12 Vaso de agua y engullida de remedios: para la cicatrización de la apendicitis, para el herpes, para la alergia. Año débil de salud, maldito año. Yo, que soy vegetariana, que no fumo ni como fritangas, que sólo tomo cerveza (mucha, pero sólo cerveza), yo, digo, que soy tan poco sibarita, termino el año tragándome una farmacia.

04:24 Escucho los primeros pájaros del día. En el insomnio leo los diarios de Claudio Bertoni. “Ya me está cansando esta libretita sacándola a cada rato y anotando leseritas”, dice. Y más adelante: “No era un pájaro insomne y loco no más cantando allá afuera / son varios y en varias ventanas”. Me da vértigo cuando pasa eso. Cuando lo leído parece un dibujo del momento de su lectura.

07:49 Gato me despierta, le abro la ventana. Se me ocurre que irá a cazar los pájaros madrugadores que oímos hace un rato.

12: 26 Tengo que preparar una ensalada para la celebración de la noche. Tengo que escribir sobre este día. Tengo que comprar verduras y cervezas. Tengo que cargar la batería de la cámara fotográfica. Tengo que responder ese correo en que me preguntan si me avergonzó alguna vez ir leyendo por ahí “un libro bueno, pero con un título complicado”. Tengo que tomar los remedios para la cicatrización, el herpes, la alergia. Pero en vez de hacer todo lo que tengo que hacer, me hundo en el tuit y escribo leseras.

15:05 Compro lechuga, tomate, queso fresco, choclo y dos packs de cerveza. En las cunetas del barrio abundan los calzones amarillos. “Lleve uno para la buena suerte, caserita”, me dice un vendedor. Se lo compro. Será mi primer fin de año con calzones amarillos. Mi primer año sin apéndice. La primera vez que mi deseo secreto tenga que ver con la salud.

18:34 Lista la ensalada, cargada la batería, tomados los remedios. Ahora tengo que escribir sobre este día. Pero no se me ocurre nada. A lo mejor hay pájaros en las ventanas de mi cabeza. Redacto mentalmente mi respuesta sobre libros buenos de títulos complicados: “No fue vergüenza, sino una sensación como de falsa empatía la que tuve en la sala de espera de una consulta médica con la secretaria. Ella leía Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus, muy concentrada. Pero de vez en cuando levantaba la vista de su libro y yo sentía que la clavaba en el mío: Autoayuda, de Lorrie Moore. Me dieron ganas de decirle ´no es lo que usted cree’, pero en vez de eso le sonreí con una complicidad involuntaria y seguí leyendo hasta que el médico nos interrumpió”.

22:15 Gato ha salido de su refugio. Pobre, no sabe que pronto estallarán los fuegos artificiales. Me apena dejarlo solo, pero no puede venir a la casa donde celebraremos el año nuevo. En el taxi me doy cuenta de que olvidé las cervezas en el congelador. Pienso que es lo más extraordinario que me ha pasado hoy, lo más insólito, y que debería escribir sobre eso. Sobre la inverosímil voluntad de los olvidos.

23:40 Somos nueve adultos, siete niños y una gata tricolor. Soy la única con calzones amarillos. Hace cuatro o cinco años casi no había niños entre nosotros. Hay uno que no conozco. Tiene nueve años y quiere que nos demos los abrazos pronto. Le pregunto cómo se llama. “Santiago, pero me gustaría llamarme Miguel”, me dice. No será por Miguel Enríquez, supongo. Le pregunto si conoce a alguien con ese nombre. Alguien a quien admire. “No”, responde muy seguro. Pero al rato me habla de Miguelito, el personaje de Mafalda, su lectura favorita.

23:55 La anfitriona se ha puesto una corona dorada que dice happy new year y ahora enciende la radio. Hay una guitarra, un bongó, un piano, unas cuerdas vocales: todo listo para recibir este 2013 que ya está encima. Cada uno se ubica en su posición de abrazo. Recién me acuerdo que tengo la cámara en la cartera. ¿Dónde está mi cartera? Tengo que fotografiar el día antes de que termine, pienso. No encuentro la maldita cartera. Tengo cinco segundos para encontrarla, cuatro, tres, dos, uno. Foto.



Ver también:
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