El reino de King Kong
Inés Bortagaray

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1:20
Le cambiamos el pañal a Dino. Me agacho para agarrar el nuevo. Lo abro. Levanto las piernas de Dino y las nalgas quedan un segundo en el aire. Dejo que se apoyen en el nuevo. Santi lo ajusta con las cintas adhesivas. Le beso las rodillas a Dino. Esos pies de dedos largos. Esos empeines suaves. Las plantas que no han pisado. Santi encuentra pelusas entre los dedos. Protesto: pobrecito, Dino, con pelusas, qué padres desamorados. Lo llevo a la cama. Me mira con sus ojos espejados. Se prepara para un llanto. Empieza con el puchero. No, le digo, no llores, qué rico, mirá. Lo acomodo en el pecho. Cierra los ojos y gime, prendido. Apago la luz. Le doy un beso en la mollera. Le huelo la cabeza y retengo el aire para que ese olor no me abandone. Él suspira otra vez. Lo imito.

5:05
El gorjeo de Dino aparece en un sueño ridículo donde aparece el flaco Vieytes. ¿Por qué Vieytes? ¿Y por qué yo aparezco sola? Me asomo al moisés. Patalea en el aire, dando brazadas, como si nadara. Le digo que ya voy, que ya voy. Ya vengo, chingolito. Me arrastro al baño. Pis. Manos limpias. Vuelta a la cama. Dino es un bichito dado vuelta, como los escarabajos que sacuden sus patitas mirando el cielo. Me inclino. Lo abrazo y está caliente. Sus mejillas tibias. La boca abierta. El llanto inevitable. Las uñas que arañan. Lo acomodo en el pecho. Él me mira y abre los ojos con desmesura, los entrecierra, exclama algo que se apaga porque tiene la boca ocupada. En una retahíla de balbuceos me habla, desde la izquierda, y yo lo oigo dejando caer la cabeza hacia el tórax. Él un escarabajo; yo, una paloma que se limpia el pecho con el pico.

7:30
Amamanto. Le encontramos una papada nueva a Dino. Así de rotundos son los cambios cuando uno tiene un mes y medio. Tenemos que cortarle las uñas. Hay que animarse. Ah, nunca unas garras fueron tan bonitas.

9
Café cortado con leche, dos tostadas, en turnos. Santi consuela a Dino y me zampo las tostadas. Hacemos cuentas con la calculadora del celular. Me quejo de la cantidad de plata que tenemos que pagar a la administración del edificio por la coquetería de nuestros vecinos. Improperios para la pintura de la fachada, qué cara nos salió. Se terminó el café y hay que comprar aceite, pasta de dientes, pasas de uva.

9:40
Amamanto. En la radio un hombre habla de unos activistas en contra de los animales en cautiverio que irrumpieron en el zoológico y abrieron la puerta de la jaula del tucán. El tucán escapó y se agradece información sobre su paradero.

13
Amamanto.

14:15
Dino escucha Sycamore, de Bill Callahan. Lo paseo por el living panza abajo, cargándolo con el antebrazo. Cuando paso por la mesa pincho un pedacito de pastel de carne con el tenedor y lo pruebo. La canción avanza y voy pinchando pedacitos de a poco, entre el ir y venir.

15:30
Amamanto. En la radio una señora se queja de Halloween. No es una fiesta autóctona, dice. No me siento representada, dice. Otra retruca con que eso no importa, pues Papa Noel y los turrones de avellanas cuando afuera hay 40 grados tampoco son nuestros. Nos derretimos y bien que se ha popularizado el tema del trineo, clama. Te doy la derecha en esto, dice la primera.

16:50
Amamanto.

19
Suena otra vez Sycamore y paseo a Dino panza abajo. El sollozo dice la letra e. Me hamaco, voy de un pie al otro, no llores, monito, está todo bien. Abajo, en la vereda, un grupo de siete niños de unos once años tira cohetes. Uno tiene puesta una máscara de gorila. Otro se la quiere sacar. El gorila hace ademanes de gorila y es convincente. Un gauchito y un abejorro cruzan la calle, acompañadas por el papá de alguno. El último cohete no estalla. Falta el estruendo. Los niños agrupados lo miran, expectantes, tapándose los oídos, sin animarse a agarrarlo. Pasan los minutos, la expectación se pierde y el grupito se aleja.

22:15
Le doy golpecitos en la espalda a Dino hasta que hace el provecho. Santi prepara tuco para unos tallarines. Dino está recién bañado, vestido con ropa grande. Le doy besos en la sien derecha. Qué cargosa.

23:45
Miramos un capítulo de Louie mientras amamanto. Dino aprieta mi pulgar y me mira de reojo. Dejo a Louie quejándose ante un vecino drogón para observar a Dino, que sonríe sin soltar el pezón. Los pelitos minúsculos en el borde de la oreja. La ceja derecha. La nariz optimista. Cada una de las pestañas. El olorcito a leche en la piel de capuchino. El pelo original. El amor duele a la altura del esternón, constato. En medio de una nube de humo el vecino de Louie se divierte embocando un bidón de agua en el techo de un auto rojo. El techo se abolla. Está bien, pero no es King Kong, nos dijo el doctor cuando lo pesó en el último control. Se equivocaba con lo segundo. Ahora Dino se resbala y yo lo aprieto contra mí y me arrepiento y después lo aprieto un poco más.


Ver también:
[Natalia Moret] [Juan Sebastián Cárdenas]