De no ser escritor/a...
Le preguntamos a seis escritores qué les hubiera gustado ser (en esta vida o en cualquier otra) de no haber sido escritores. A continuación publicamos sus respuestas.




Imagen de Claudia Menéndez


Liliana Blum:
De no ser escritora, me hubiera gustado ser criminóloga, especializada en psiquiatría de asesinos seriales. Desde luego, como ya estamos en el campo de la fantasía y de escoger vidas alternas en lugar de la propia y la real, para poder ejercer bien esa profesión alterna tendría que vivir en Estados Unidos y no en México. Después de la narrativa, mi segunda pasión es el "true crime", las vidas de asesinos seriales y los libros de los psiquiatras que los estudian. No tuve qué pensarlo dos veces para decidir que de no haber sido escritora, habría sido criminóloga. Y quizás un poco más alta, de nariz respingona y mucho menos tímida.

Giovanna Rivero:
Si no hubiera sido escritora me hubiera gustado ser cantante o joyera. Admiro y envidio la relación corporal directa que hay entre la voz, que es cuerpo invisible, y la creación de un mundo, por breve que sea. Abrir la boca y que de allí broten imágenes o afectos me parece maravilloso. Y joyera exactamente por lo contrario: como en la escritura, es necesario inclinar el cuello para lidiar con piedras, alicates, tornillitos, limas, cortaduras, espejitos, balanzas en miniatura y un particular sentido de autenticidad.

Enrique Vila-Matas:
Me habría gustado ser torero, equilibrista, carpintero, científico, mecánico, marmolista, médico, boxeador, secretario judicial, sepulturero, subastador, farmacéutico, fontanero, fotógrafo, ajedrecista, ojeador de futbolistas, secundario en cien films de Hollywood, profesor de baile, psicólogo, radiofísico, maestro de sonámbulos, abogado, espía, bombero de aeródromo. Y todo esto sólo para empezar.

Héctor Abad Faciolince:
A mí me hubiera gustado ser capaz de producir música: de tocar un instrumento (piano, violín, chelo, guitarra) con propiedad, y ser capaz de inventarme melodías en la cabeza. También me gustaría ser nadador y ser capaz de atravesar un largo pedazo de mar: ir desde la isla de San Andrés hasta la isla de Providencia, nadando. Ambas actividades tienen algo en común: la música, el silencio, y el movimiento rítmico de las manos y los brazos. Lo que me interesa en literatura es parecido: silencio, ritmo y música. Unido a la resistencia.

Francisco Díaz Klaassen:
Me habría gustado vivir en el sur de Chile, específicamente en Valdivia, una ciudad en la que llueve cerca de trescientos días al año y el olor del mundo se confunde con el de las cenizas. Vivir en la calle González Bustamante, casi al llegar a Bulnes, y tener una vulcanización en el garage de una casa con techos y portones de lata. Sentarme todas las tardes frente a una mesa redonda de madera y esperar junto a una botella de vino. La gente llegaría rodando sus neumáticos pinchados y yo les acercaría un vaso después de hundir la rueda en un barril con agua sucia. A medida que fuera parchando el agujero intercambiaríamos frases cortas sobre el garage y lugares comunes sobre el tiempo. Ellos quizás fumarían un cigarro. Yo tal vez apuraría uno o dos tragos de vino. Cuando se marcharan cerraría el portón y entraría en la casa. Prendería la estufa y me quedaría viendo cómo el fuego consume los leños y los va partiendo en pedazos. Comería en la cocina viendo las noticias en algún canal nacional. Me acostaría temprano escuchando la lluvia rebotar contra el techo. Los gatos pelearse en la calle.

Jacinta Escudos:
Me hubiera gustado ser cantante. Me gusta la idea de utilizar el cuerpo, y en particular la voz, como un instrumento para transmitir todo tipo de emociones. Me parece incluso un trabajo mucho más valioso y único que escribir un libro. El libro se revisa, se corrige, el texto cambia. Pero un cantante ejecuta una canción de manera única, una vez, cada vez de manera diferente, con otra emoción, con otros movimientos. Cada vez es la primera vez para un cantante. Y la última. Y la única.


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