Un novelista que te guste especialmente
Le preguntamos a seis novelistas [Alberto Barrera Tyszka, Luis Felipe Lomelí, Gabi Cabezón Cámara, Diamela Eltit, Gonzalo Torné y Carlos Cortés] si nos podían recomendar a un novelista que les gustara especialmente. A continuación publicamos sus respuestas.
Alberto Barrera Tyszka:
Joseph Roth es un escritor fascinante. Llevó una existencia excesiva y muchas veces torturada. “Donde me va mal, ahí está mi patria”, escribió en una carta en 1930. Huérfano del imperio austrohúngaro, judío, alcohólico militante, políticamente errático (aunque, sin embargo, logró denunciar desde muy temprano el peligro que representaba Hitler), Roth fue sobre todo periodista y narrador. Escribía para vivir. Y vivió siempre al día.
Su estilo es directo pero no plano, sin texturas. Por el contrario, sus textos están llenos de momentos literarios sorprendentes. Es una magnífica combinación del corresponsal de guerra con la sensibilidad del escritor. En sus libros respira de manera permanente una aguda observación de la experiencia humana, siempre enfrentada a los límites. Su obsesión por temas como la guerra, la lucha por el poder, el desencuentro del hombre con su realidad social y política, le da una contemporaneidad impresionante. Pero también es extraordinario cuando enfrenta la intimidad. Su copiosa correspondencia (destacando la que mantuvo con Stefan Zweig) podría leerse también como una conmovedora novela.
Vivió siempre a tope. También murió así. Jamás dejó de escribir. Su obra, por suerte, es fiel a ese raro milagro de desesperación y belleza.
Libros recomendados: La marcha de Radetzky, La leyenda del santo bebedor, Tarabas, Job, La tela de araña, Fuga sin fin, La Cripta de los capuchinos, El triunfo de la belleza...
Luis Felipe Lomelí:
Me gustan muchos, por supuesto. Pero como soy ranchero y a los rancheros nos da por ser egocéntricos, hablaré de alguien de la comarca, un vatillo que por ser tan de acá ahora resulta que ya está en todas partes: David Toscana. Me gustan sus novelas porque, para empezar, no hay una sola que decepcione desde “Estación Tula” hasta “La ciudad que el diablo se llevó” y, para acabar pronto, uno siempre quiere leer más de este compadre. La tensión dramática siempre está al punto en que uno no quiere apagar la luz para irse a dormir, sus personajes son así medio suatos, enternecedores y salvajes, como cualquier pelado del semidesierto; y así, con esa candidez barbárica, se animan a grandes empresas y disquisiciones filosóficas: como reconquistarles Texas a los gringos en “El ejército iluminado”, hacer una purga de la literatura universal en “El último lector” o ponerse al tú por tú con los nazis y la topología de Euler en “Los puentes de Köningsberg”. Es decir, aparte de mantenerte en vilo el condenadote de Toscana, te deja pensando mucho rato. ¿Qué quiso decir ese borracho? ¿Qué quiso decir ese campesino embarrado de aguacate?
Gabi Cabezón Cámara:
Recomiendo a María Moreno, novelista de una sola novela: El efecto Sekeffington, un artefacto deslumbrante de tres cajas. En un viaje a Europa, la narradora, que se despliega en un castellano diáfano, lejano del puro porteño que suele cultivar la autora, halla el manuscrito de una poeta ignota -e imaginaria-, Dolly Skeffington. Como introducción, porque esta es una novela que tiene un libro de poemas en su centro, relata la vida del personaje, una de las mujeres del París-Lesbos de los ’20, su libertad, sus amores fuera de toda mesura, sus amigas condesas con quienes compartía camas, travestismo y noches de borrachera y sexo interclase en los bares de obreros. Y, al final, los poemas, les dejo un fragmento de uno, “El porvenir del socialismo”: “Mientras subía por las piernas de mi tío Merril / él no me dejaba llegar hasta el fondo. / “Éstas son las llaves de la ciudad” decía / colocando la mano en su abultada hilera de botones / y cuando yo alcanzaba una de sus rodillas/ me hacía rodar sobre la alfombra / cerrando sus robustas piernas de muchacho / para todo trabajo. //¿Comprendí entonces que me negaba / no la reservada flor masculina / ni la fatal distancia de la sangre / sino el bravo secreto del amor entre varones?”.
Diamiela Eltit:
Esta a su manera es una novela boliviana de los nuevos tiempos…
Conocí a la Familia Galán en la ciudad de La Paz hace varios años atrás. Una familia cultural que mantenía fuertes lazos solidarios entre ellos y que realizaban intervenciones performáticas, críticas y disruptivas en diversos espacios de la ciudad. Esta foto me parece importante y más aún estratégica para pensar identidades nacionales, cuerpos, encuentros, deshacer ciertos estereotipos -quizás para generar otros-. Mi amigo boliviano, David, estudiante de un posgrado en literatura y perteneciente a la familia, me introdujo a esta escena que me parece crucial. Estuve bastante con ellos en La Paz y después en Santiago y reconocí la importancia de nuevas formas para pensar comunidades, de hecho escribí un texto acerca de su interesante estructura. Junto al reconocido trabajo de Mujeres Creando, en Bolivia existen zonas porosas, otras, renovadoras, siempre alucinantes.
Gonzalo Torné:
Pues un escritor que me entusiasma es Rubén Martín G. Sólo tiene dos libros: uno es de "critica ficción" (por decir algo) y el otro, Menos joven, no sabría como resumirlo, los dos son imprescindibles. Doscientas páginas de gran estilo, imaginativas, perversas, sensibles a las jerarquías sociales e intelectuales, de un humorismo burlón y violento. En un país donde la vanguardia se identifica con los soporíferos discípulos de Juan Goytisolo es casi irreverente que aparezca uno de verdad, con el que recuperar la emoción de no saber nunca por dónde te están llevando ni por dónde vas a terminar.
Carlos Cortés:
La vida de algunos grandes escritores se mezcla tanto con su literatura que parece salida de ella. Ese es uno de los elementos que me fascina de Graham Greene, así como la relación especial que cultivó con Latinoamérica, perceptible en obras como El poder y la gloria (1940), Nuestro hombre en La Habana (1958), Los comediantes (1966) y sus memorias sobre el general panameño Omar Torrijos, Descubriendo al general (1984), que es uno de mis libros favoritos.
García Márquez dijo de él que le enseñó a descifrar el trópico, lo cual no es poco. Como Conrad o Lowry –a quienes también pude haber escogido-, Greene es de la estirpe de los escritores anglosajones viajeros, que recorren el mundo para develar su interioridad mientras se debaten entre el dilema moral y el abismo.
Tal vez no goce actualmente de la popularidad que tuvo en vida y la Academia Sueca se haya negado a darle el Nobel por dos aspectos sospechosos en el siglo pasado: ser entretenido y católico. Por encima de la controversia, prevalecen sus personajes inolvidables, como el Harry Lime de El tercer hombre –guión, película y novela-, un estilo subyugante y el talento para crear un mundo propio a partir de la alucinada mezcla de política, crimen y miseria humana.
Entradas anteriores:
Un artista que te guste especialmente... [Miguel Antonio Chávez, Juan Villoro, Mónica Ríos, Maurice Echeverría]
Un poeta que te guste especialmente... [Alan Mills, Jerónimo Pimentel, Laura Wittner, Ana Merino, Leonardo Sanhueza, Luis Felipe Fabre]
Un cuentista que te guste especialmente... [Antonio Ortuño, Ana María Shua, Guillermo Barquero, Sergi Pàmies, Andrea Jeftanovic, Slavko Zupcic]
De no ser escritor/a... [Liliana Blum, Giovanna Rivero, Enrique Vila-Matas, Héctor Abad Faciolince, Jacinta Escudos, Francisco Díaz Klaassen]
Una cerveza con un personaje [Ricardo Sumalavia, Enza García, Marta Sanz, Sergio Chejfec, Mercedes Estramil, Luis López-Aliaga]
Alberto Barrera Tyszka:
Joseph Roth es un escritor fascinante. Llevó una existencia excesiva y muchas veces torturada. “Donde me va mal, ahí está mi patria”, escribió en una carta en 1930. Huérfano del imperio austrohúngaro, judío, alcohólico militante, políticamente errático (aunque, sin embargo, logró denunciar desde muy temprano el peligro que representaba Hitler), Roth fue sobre todo periodista y narrador. Escribía para vivir. Y vivió siempre al día.
Su estilo es directo pero no plano, sin texturas. Por el contrario, sus textos están llenos de momentos literarios sorprendentes. Es una magnífica combinación del corresponsal de guerra con la sensibilidad del escritor. En sus libros respira de manera permanente una aguda observación de la experiencia humana, siempre enfrentada a los límites. Su obsesión por temas como la guerra, la lucha por el poder, el desencuentro del hombre con su realidad social y política, le da una contemporaneidad impresionante. Pero también es extraordinario cuando enfrenta la intimidad. Su copiosa correspondencia (destacando la que mantuvo con Stefan Zweig) podría leerse también como una conmovedora novela.
Vivió siempre a tope. También murió así. Jamás dejó de escribir. Su obra, por suerte, es fiel a ese raro milagro de desesperación y belleza.
Libros recomendados: La marcha de Radetzky, La leyenda del santo bebedor, Tarabas, Job, La tela de araña, Fuga sin fin, La Cripta de los capuchinos, El triunfo de la belleza...
Luis Felipe Lomelí:
Me gustan muchos, por supuesto. Pero como soy ranchero y a los rancheros nos da por ser egocéntricos, hablaré de alguien de la comarca, un vatillo que por ser tan de acá ahora resulta que ya está en todas partes: David Toscana. Me gustan sus novelas porque, para empezar, no hay una sola que decepcione desde “Estación Tula” hasta “La ciudad que el diablo se llevó” y, para acabar pronto, uno siempre quiere leer más de este compadre. La tensión dramática siempre está al punto en que uno no quiere apagar la luz para irse a dormir, sus personajes son así medio suatos, enternecedores y salvajes, como cualquier pelado del semidesierto; y así, con esa candidez barbárica, se animan a grandes empresas y disquisiciones filosóficas: como reconquistarles Texas a los gringos en “El ejército iluminado”, hacer una purga de la literatura universal en “El último lector” o ponerse al tú por tú con los nazis y la topología de Euler en “Los puentes de Köningsberg”. Es decir, aparte de mantenerte en vilo el condenadote de Toscana, te deja pensando mucho rato. ¿Qué quiso decir ese borracho? ¿Qué quiso decir ese campesino embarrado de aguacate?
Gabi Cabezón Cámara:
Recomiendo a María Moreno, novelista de una sola novela: El efecto Sekeffington, un artefacto deslumbrante de tres cajas. En un viaje a Europa, la narradora, que se despliega en un castellano diáfano, lejano del puro porteño que suele cultivar la autora, halla el manuscrito de una poeta ignota -e imaginaria-, Dolly Skeffington. Como introducción, porque esta es una novela que tiene un libro de poemas en su centro, relata la vida del personaje, una de las mujeres del París-Lesbos de los ’20, su libertad, sus amores fuera de toda mesura, sus amigas condesas con quienes compartía camas, travestismo y noches de borrachera y sexo interclase en los bares de obreros. Y, al final, los poemas, les dejo un fragmento de uno, “El porvenir del socialismo”: “Mientras subía por las piernas de mi tío Merril / él no me dejaba llegar hasta el fondo. / “Éstas son las llaves de la ciudad” decía / colocando la mano en su abultada hilera de botones / y cuando yo alcanzaba una de sus rodillas/ me hacía rodar sobre la alfombra / cerrando sus robustas piernas de muchacho / para todo trabajo. //¿Comprendí entonces que me negaba / no la reservada flor masculina / ni la fatal distancia de la sangre / sino el bravo secreto del amor entre varones?”.
Diamiela Eltit:
Esta a su manera es una novela boliviana de los nuevos tiempos…
Conocí a la Familia Galán en la ciudad de La Paz hace varios años atrás. Una familia cultural que mantenía fuertes lazos solidarios entre ellos y que realizaban intervenciones performáticas, críticas y disruptivas en diversos espacios de la ciudad. Esta foto me parece importante y más aún estratégica para pensar identidades nacionales, cuerpos, encuentros, deshacer ciertos estereotipos -quizás para generar otros-. Mi amigo boliviano, David, estudiante de un posgrado en literatura y perteneciente a la familia, me introdujo a esta escena que me parece crucial. Estuve bastante con ellos en La Paz y después en Santiago y reconocí la importancia de nuevas formas para pensar comunidades, de hecho escribí un texto acerca de su interesante estructura. Junto al reconocido trabajo de Mujeres Creando, en Bolivia existen zonas porosas, otras, renovadoras, siempre alucinantes.
Gonzalo Torné:
Pues un escritor que me entusiasma es Rubén Martín G. Sólo tiene dos libros: uno es de "critica ficción" (por decir algo) y el otro, Menos joven, no sabría como resumirlo, los dos son imprescindibles. Doscientas páginas de gran estilo, imaginativas, perversas, sensibles a las jerarquías sociales e intelectuales, de un humorismo burlón y violento. En un país donde la vanguardia se identifica con los soporíferos discípulos de Juan Goytisolo es casi irreverente que aparezca uno de verdad, con el que recuperar la emoción de no saber nunca por dónde te están llevando ni por dónde vas a terminar.
Foto de Alfonso Rodríguez Barrera
Carlos Cortés:
La vida de algunos grandes escritores se mezcla tanto con su literatura que parece salida de ella. Ese es uno de los elementos que me fascina de Graham Greene, así como la relación especial que cultivó con Latinoamérica, perceptible en obras como El poder y la gloria (1940), Nuestro hombre en La Habana (1958), Los comediantes (1966) y sus memorias sobre el general panameño Omar Torrijos, Descubriendo al general (1984), que es uno de mis libros favoritos.
García Márquez dijo de él que le enseñó a descifrar el trópico, lo cual no es poco. Como Conrad o Lowry –a quienes también pude haber escogido-, Greene es de la estirpe de los escritores anglosajones viajeros, que recorren el mundo para develar su interioridad mientras se debaten entre el dilema moral y el abismo.
Tal vez no goce actualmente de la popularidad que tuvo en vida y la Academia Sueca se haya negado a darle el Nobel por dos aspectos sospechosos en el siglo pasado: ser entretenido y católico. Por encima de la controversia, prevalecen sus personajes inolvidables, como el Harry Lime de El tercer hombre –guión, película y novela-, un estilo subyugante y el talento para crear un mundo propio a partir de la alucinada mezcla de política, crimen y miseria humana.
Entradas anteriores:
Un artista que te guste especialmente... [Miguel Antonio Chávez, Juan Villoro, Mónica Ríos, Maurice Echeverría]
Un poeta que te guste especialmente... [Alan Mills, Jerónimo Pimentel, Laura Wittner, Ana Merino, Leonardo Sanhueza, Luis Felipe Fabre]
Un cuentista que te guste especialmente... [Antonio Ortuño, Ana María Shua, Guillermo Barquero, Sergi Pàmies, Andrea Jeftanovic, Slavko Zupcic]
De no ser escritor/a... [Liliana Blum, Giovanna Rivero, Enrique Vila-Matas, Héctor Abad Faciolince, Jacinta Escudos, Francisco Díaz Klaassen]
Una cerveza con un personaje [Ricardo Sumalavia, Enza García, Marta Sanz, Sergio Chejfec, Mercedes Estramil, Luis López-Aliaga]