Lugar: Pilar Quintana
Le preguntamos a Pilar Quintana si se animaba a escribir sobre algún lugar que le fuera especialmente grato o intrigante. Nos mandó este texto breve sobre Hong Kong, una de sus ciudades preferidas.





Hong Kong, ese monstruo
Fotos de Andrew Wigmore

En lugares de aire muy limpio, como la Antártica o las montañas, la visibilidad puede alcanzar desde setenta hasta cien kilómetros. Lo normal, digamos en una ciudad mediana en un día claro, es de veinte kilómetros. En Hong Kong, durante buena parte del año, la visibilidad es de menos de ocho. Así de contaminada está.

Los hongkoneses llaman “niebla”, del todo eufemísticamente, a esa gruesa nube de esmog que los cubre y hace que las cosas aparezcan como apagadas. A mí me dio claustrofobia. Hong Kong parece una jaula. En la hora pico no caminás por sus calles: sos arrastrado por los ríos de gente. Y si mirás hacia arriba para buscar aire, en vez del cielo o la nube de esmog, lo que encontrás es la pared infinita de los gigantes de vidrio, aluminio y neón. Hong Kong es la tercera ciudad más densamente poblada del mundo y la que tiene el mayor número de rascacielos. Es un monstruo.

Pero es un monstruo apacible. De alguna manera se las arregla para ser una ciudad amable. Las calles te dicen hacia qué lado mirar y que no te vaya a atropellar un carro, con flechas y letreros en inglés y cantonés pintados sobre el pavimento. Las escaleras eléctricas también son bilingües y te hablan. “Agarra el pasamanos, por favor”, repiten una y otra vez, aunque uno no esté corriendo peligro alguno. En Hong Kong todo funciona siempre.

Y por debajo de la polución, se ve asombrosamente limpia. Nada de basuras, papeles, plásticos o colillas tiradas en el piso. Hay canecas en todas las esquinas y en la mitad de todas las cuadras, con ceniceros de metal en las zonas para fumadores. Está llena de árboles y parques con jardines, y la rodean colinas cubiertas por una selva espesa que se quiere desbordar. Es una ciudad en verdad verde. Menos del 25% de su territorio está construido. El 40% de la superficie restante está destinada a reservas naturales.

Hong Kong es un buen vividero. Tiene una red de transporte público espléndida, con buses, metro, tranvías y transbordadores, una de las expectativas de vida más altas del planeta y uno de los mayores ingresos per cápita. Los impuestos son bajísimos, lo mismo que las tasas de criminalidad, y la salud es gratis para todos.

Hong Kong es China, no se cansaban de decirme los hongkoneses con los que hablé. A mí me daba risa. Si acaso es una versión idílica y suavizada de China. De una China, por cierto, que pasó por los británicos y se occidentalizó. En la Sinfonía de luces del puerto de Victoria, que tiene lugar todas las noches en Tsim Sha Tsui, los locutores van nombrando los rascacielos que participan en el show. El Edificio del Ejército Popular de Liberación de China aparece justo al lado de la Torre del Banco de América. En cambio me pareció que eso sí era Hong Kong.


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