Me acuerdo: Sergio del Molino
Con el entrañable "Me acuerdo" de Joe Brainard en mente [modelo que Georges Perec y tantos otros siguieron], le pedimos al escritor español Sergio del Molino que compartiera con nosotros algunos de sus recuerdos. Esto es lo que nos envió.




Me acuerdo de Félix Rodríguez de la Fuente acariciando a un lobo y mirando a cámara. Una caricia quiropráctica que el lobo debía de sentir en la parte interior de las vértebras.

Me acuerdo de mi padre viendo a Félix Rodríguez de la Fuente acariciando a un lobo en la televisión, agarrado al brazo del sofá como si fuera el cuello de un lobo que no estaba. Mi padre sin lobo, envidiando a Félix Rodríguez de la Fuente y su parka y su lobo y su olor a brasa y su voz castellana. Mucho más padre de lo que él sería jamás. Mucho más hombre. Mucho más.

Me acuerdo de mi primera mancha de psoriasis.

Me acuerdo de la primera vez que me sacié. Había comida y no quería seguir comiendo. Sentí el hartazgo, las ganas de vomitar, el deseo de que apartaran aquellos platos de mi vista y la conciencia de que eso era ser adulto: tener comida en la mesa y no querer comerla.

Me acuerdo de ser el Madrileño en Valencia.

Me acuerdo de los dedos que le faltaban en la mano derecha al chico que nos llenaba las cajas de petardos cada mañana en el pasacalles de las fallas. El meñique, una falange del índice y medio anular. Con su mano amputada llenaba nuestras cajas de petardos, que los niños explotábamos con manos de cinco dedos.

Me acuerdo de una pared con azulejos blancos y una puerta de madera roja y mi madre hablando con mi madrina y dos cañas de cerveza y un no molestes niño y una lluvia de esas tristes que caen lentas en Madrid cuando caen.

Me acuerdo de mi mano estrechando la de Angus Young.

Me acuerdo de que mi madre lloró cuatrocientos kilómetros sin que mi padre apartara la vista de la carretera.

Me acuerdo de ser el Valenciano en Zaragoza.

Me acuerdo de que supe que Horacio Oliveira era un grandísimo hijo de la grandísima puta desde la página diez.

Me acuerdo de que me dijo que tenía novio, y aun así, volví a follar con ella aquella noche, y que me preguntó por qué había follado con ella después de saber que tenía novio, y no respondí porque sabía que no habría una tercera.

Me acuerdo de que los trípticos que repartí aquella mañana decían que la ludopatía era una enfermedad que merecía reconocimiento.

Me acuerdo de que mi anacronismo era mucho más llevadero y reciente que el suyo. O eso creía ella.

Me acuerdo de la mañana en que mi hijo pequeño superó la edad de mi hijo mayor.

Me acuerdo de la tercera planta del Hospital Infantil. Habitación: todas.

Me acuerdo de ser el Zaragozano en Madrid.

Me acuerdo de Flandes y Fabiola, una mañana de sol, bebiendo Martini y contemplando alucinado la hierba y escuchando mis propias risas después de dejar el cementerio con una camisa remangada y la sensación de haber sido abrazado por una ciudad entera.

Me acuerdo de una habitación de hotel de Sultanahmet. En el piso de encima follaban haciendo mucho ruido y mi mujer lloraba despacio a mi lado y yo me sacudía las sábanas y me quedaba desnudo sobre la cama.



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